sábado, 12 de enero de 2008

Pat Garret and Billy the kid, Sam Peckimpah, 1973.


DVD R1. Inglés con subtitulos en Español,
Francés e Inglés. $ 230.00
2 Discos, 237 minutos. Radio-Aspect: 2.40:1
Extras: Históricos y Cinematograficos.
Distribuido: Mixup Galerias (por encargo)

Ahora que el western crepuscular toma nuevamente por asalto las pantallas para 35mm con producciones como 3:10 a Yuma o El asesinato de Jesse James, se presenta la ocasión propicia para revisar Pat Garret & Billy the kid por más de un conjunto de buenas razones: no se está haciendo ningún remake, relata una historia y caso semejante al de Jesse James, es obra realizada por la más grande autoridad en el género, representa la primera generación en la oleada crepuscular del western y además contiene, dentro de su soundtrack, unja pieza que Bob Dylan escribió justamente para esta película y que en mucho tiempo (más de veinte años) no ejecuto en sus presentaciones ni grabó nuevamente hasta que de pronto la tomó Guns and Roses y la volvió extraordinariamente popular: Knocking at the heavens door, una pieza que en sí misma resumía no sólo el espíritu del filme ni de la época que todavía se negaba a desaparecer, sino el cansancio que desde siempre agobió a su autor como eminente figura de la música popular en el mundo y el sentido de derrota que habita en las catacumbas del rock. Pero también del mismo género que alguna vez fue gloria norteamericana.

Pero si alguna frase pudiera contener todo lo que dice esta película, esta debiera ser: el mejor de tus amigos será el más mortífero de tus enemigos. Y en base a esto es que Sam Peckimpah despliega un conjunto de habilidades que proporcionan al relato algunas de las cualidades que los mas exigentes espectadores del cine aprecian: no obstante que sabemos desde un principio por donde irá la cosa y quien términará muerto, en algún momento eso será lo menos importante, pues el director irá abordando un amplia gama de temáticas, al tiempo que traza una serie de ácidas viñetas que disectan la condición humana y entonces se produce una intensa reflexión acerca de la amistad, de los tiempos, la geopolítica y de las bases sobre las que se ha construido el imperio más grande del mundo, acerca de lo cual se podría afirmar que no solo es ése, sino todos los imperios, pero siempre permanecerá la duda.

Más allá del chismorreo producido cuando Sam Peckimpah solicitó a MGM retirar su nombre de los créditos del filme o del asunto de los más de seis editores acreditados, existe al menos un par de secuencias en las que se hace inconfundible la huella del maestro: la primera se da cuando Garret (James Coburn) y otro hombre cerca de un rio comienzan sin mayor motivo una balacera, y la otra cuando el mismo Garret espera pacientemente bajo la sombra de un Porche y silbando una tonadilla, a que Billy termine de estar con una mujer para asesinarlo.

De cualquier forma el DVD contiene las dos versiones del Film: la del estudio y la del autor, y en ambas aparece Bob Dylan no solo como la voz que lleva la mejor melodía del soundtrack, sino la voz que lleva el relato al encarnar a un personaje llamado Alias, mismo que es una especie de alter ego algunas veces de Billy, otras de Pat y sin dejar de lado al autor. Algunas veces señala, otras reflexiona y en la mayor parte de sus dialogos está parafraseando la realidad. Un recurso muy ingenioso de Sam pero no el único: a la distancia parece haber una parábola al tiempo que marca de agua de esta primera oleada del western crepuscular que lo es en el tono, en el aire de opresión, traición y derrota, pero que en sus tomas abiertas sigue existiendo una luminosidad brillante, soleada, que contrasta extrañamente con el resto del contexto, aunque esto tampoco es así del todo, pues finalmente lo que a la luz brilla no son los verdes prados y los dorados valles, sino la basura y la escoria de esa estela de pueblos por las que los pistoleros van sembrando la muerte.

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